Un elemento que posiblemente dio su primera entrada junto la creación del universo, adornando los billones de años solitarios de la tierra, acompañando a los dinosaurios durante su estadía en el planeta, y por supuesto, brindando mayor sentido a los seres humanos que la habitan hoy en día. El conjunto de sonidos, creando melodías y armonías que llamamos “música”, ha sido nuestra mejor pareja inconsciente.
Desde los comienzos de la humanidad, la música ha jugado un papel fundamental para la evolución humana. Ha sido ese puente para el desarrollo del lenguaje a través de diferentes sonidos, la identidad de diferentes culturas, y la consolidación de nuestras emociones y memorias a lo largo de la vida. Lo interesante de este último punto, es que muchas veces dichas emociones y memorias se forjan a través de la música de manera inconsciente. En otras palabras, diversas experiencias han sido fortalecidas y enriquecidas por la música que existe dentro de nuestro contexto. Como se mencionó anteriormente, la música ha sido un acompañante en nuestro inconsciente. Cuando estamos en el supermercado haciendo compras, en el carro en tráfico, en un evento social conociendo a personas, en el cine viendo una película, este acompañante ilumina e influye nuestra conducta y emociones sin que nuestro consciente perciba su presencia. Pero cuál sería el efecto si le damos la oportunidad a esta pareja para que se desvele conscientemente en nuestra presencia?
En una película, la escena de acción aspira a que el público suspire de excitación. Una escena de amor conlleva el objetivo de conexión, y una escena de tristeza el sentimiento de duelo. Dichas escenas no podrían retratar sentimientos tan profundos sin la música presente. Lo mismo pasa con nuestros sentimientos cotidianos. Muy a menudo fallamos en buscar la autocomprensión. No logramos encontrar palabras dentro de nuestro laberinto mental. Y es en este instante, que en muchas ocasiones acudimos a la música.
Al sentir una emoción, sea fuerte o profunda, es natural buscar una estrategia aliviadora para traducir tal sentimiento en algo tangible. Para muchos, esta estrategia puede ser la escritura, la terapia, la respiración, y para otros, este puede ser el alcohol, las drogas, la fiesta. No importa si tal estrategia sea positiva o negativa, lo que busca el individuo es una forma de escape. O dicho de otro modo, una forma de descompresión emocional. La belleza de la música es que puede ser nuestro descompresor emocional, ya que tiene la capacidad de hablar a través de nosotros. Un mensaje universal, entendido por todos y todas.
En términos prácticos, la música se podría entender cómo un terapeuta. Disponible a escuchar nuestras emociones, ofreciendo significado y sentido a nuestro mundo interior. Al comprender un poquito más de nuestro interior, la congruencia surge… y con esto, mayor autocomprensión.
Con esto dicho, que tal si la próxima vez que sentimos una emoción profunda, pesada, o difícil de comprender, buscamos un espacio a solas, ponemos una pieza musical que mejor calce con nuestras emociones presentes, y dejamos que nuestra mente se libere plenamente acompañada por nuestra pareja? Solo que esta vez, decidimos tener una pareja consciente: la música.
Pablo Esquivel